
Llegué a Chaca en julio del 2006 si mal no recuerdo, llevaba una mochila de esas para camping, una maleta y muchas ganas de trabajar.
Esta ha sido la primera vez que he ido a un lugar completamente desconocido para mi, sola, solo con la referencia de que mi amiga y colega que trabaja en una ONG de la zona y que podía conversar con el personal de un puesto de salud de una zona rural, de un departamento (Ayacucho), del que solo había oído historias y al que jamás había visitado para que me dieran alojamiento.
Antecedentes: Ayacucho es uno de los departamentos mas pobres del Perú (si es así lógicamente es uno de los lugares mas pobres de Latinoamérica, por que esto no es Miami), su zona rural es aún más pobre (mmmmm…), esta zona rural queda en Huanta (donde se inició el terrorismo….) no importa pensé, después de todo no son solo más que antecedentes...
Mi amiga fue la mejor anfitriona que alguien pueda desear, desde mi llegada a Ayacucho hasta instalarme en Chaca no me faltó nada.
Una vez instalada en la posta de salud, saqué mi plano de actividades, me preparé un café y comencé a leer los nombres de las comunidades que visitaría a pie y que hasta el momento solo conocía de nombre. Antes de seguir avanzando en este relato quiero aclarar que nunca supe que significaba eso de centro poblado, distrito, anexos, caseríos, etc; los únicos distritos que conozco son los que siempre atravieso de un lado a otro en combi, ahora “entendería” a que se refería mi amiga cuando por teléfono o mail trataba de hacer que entendiera “eso de las subdivisiones” de la zona rural de Huanta.
Nro 1: El distrito de Santillana tiene un solo odontólogo; aquí ya comienzan los problemas por que es un distrito que solo tiene la friolera cifra de ¡5,573 almas!
Nro 2: toda la población esta distribuida en diversos pisos altitudinales y los pueblos quedan en las márgenes de montañas que están a 3,500 msnm; unidas solo por trochas.
Visité los pueblos acompañando al técnico de salud que salía a esas poblaciones a las 5 de la mañana, hora en que apenas si puedes verte las manos (es la pura verdad). En el camino lo que si veía eran las luces de las combis que pasaban raudamente; yo, con la ingenuidad que siempre me caracteriza le pregunte al enfermero: ¿no es muy peligroso que viajen a esta hora, les puede pasar algún accidente? La respuesta fue una gran risa: “Son los pasantes de droga; los bultos que llevan son kilos de hojas de coca o quizá de la procesada”. Bienvenida al Perú, pensé; ahora si era para mí real esas cifras que dicen que somos los mayores productores de droga, las estaba viendo allí, delante de mis ojos en cuatro ruedas cruzando los andes tan impunemente como cuando yo cruzo
Realicé mis evaluaciones dentales sin mayores problemas, en todos lados encontraba personas receptivas que deseaban cooperar con mi investigación, ejemplos hay varios, en el pueblo de Pallca una docente que llevaba ella sola todos los grados de primaria me pidió que les diera una charla de salud dental a los niños (ella traducía mis palabras al quechua), todos llevaban sus cepillos dentales donados por
Pero mientras pasaban más los días me iba percatando de muchas cosas, al inicio cuando recién llegué sentía la clásica pena por la pobreza de las personas y las malas condiciones en que debían vivir, pero mientras más los conocía veía que muchas de las limitaciones que padecían eran en realidad fruto de costumbres perjudiciales pero muy arraigadas en ellos;
Recuerdo bien el tercer día de mi estadía, quise ver el atardecer y la aparición de las estrellas en la tarde así que me fui al parquecito de al lado del puesto de salud y me senté muy melancólica pensando en cosas que ni recuerdo, el técnico salía también y me dejó las llaves. Esperé que llegara la noche con la calma de quien no tiene nada más que hacer en este mundo mas que solo esperar, una vez cumplido mi objetivo y apurada por el frió decidí regresar al puesto de salud donde tenía agenciada una muy buena cama, traté de abrir la puerta pero esta tercamente se negaba a dejarme entrar, estuve intentándolo como por veinte minutos y nada, miraba a mi alrededor y la noche y el frió no me daban sosiego hasta que al fin oscureció y a pesar de la luz de los faroles todo era negro, ese fue el instante de la absoluta soledad, estaba muriéndome de frió a 3,500 msnm con gente a la que realmente no conocía ni me conocían, pisando piedras y tierra y mirando por la ventana el limpio y nuevo puesto de salud que había sido inaugurado unos meses atrás iluminado. Entonces lo comprendí, por primera vez en mi vida comprendí lo que era el infierno por que eso que vivía era la parábola de
Testimonio de Mónica R. Gonzales
No hay comentarios:
Publicar un comentario